«Bosquejando me di cuenta de cómo te había memorizado. Cada centímetro de ti era fascinante y sólo pensaba, mientras el lápiz se movía, cómo inmortalizar tu desnudez en un lienzo que enseñara al mundo lo hermoso de tu ser.
Bosquejando me di cuenta de cuán hermosa eres. Te había visto y hacías que me latiera el corazón, que me brotara pasión dibujándote. Ni Miguel Ángel con su Madonna ni Leonardo con su Gioconda: tú eras mi musa, mi razón, mi modelo, mi todo.
Y bosquejando me di cuenta de cuánto me habías enamorado.»
Salvador A. Pérez Rosas.